“No hay venganza como el olvido, porque es la sepultura de los indignos en el polvo de su propia nada.”
— BALTASAR GRACIÁN
Es tentador querer corregir nuestros errores, pero a veces es más político dejarlos en paz. En 1971, cuando The New York Times publicó los Papeles del Pentágono, un grupo de documentos gubernamentales sobre la historia de la participación de Estados Unidos en Indochina, Henry Kissinger estalló en una furia volcánica. Furioso por la vulnerabilidad de la administración de Nixon a este tipo de fuga dañina, hizo recomendaciones que eventualmente llevaron a la formación de un grupo llamado los Plomeros para tapar las fugas. Esta fue la unidad que luego irrumpió en las oficinas del Partido Demócrata en el Hotel Watergate, desencadenando la cadena de eventos que condujeron a la caída de Nixon. En realidad, la publicación de los Papeles del Pentágono no fue una amenaza seria para la administración, pero la reacción de Kissinger la convirtió en un gran problema.
Al tratar de solucionar un problema, creó otro: una paranoia por la seguridad que al final fue mucho más destructiva para el gobierno. Si hubiera ignorado los Papeles del Pentágono, el escándalo que habían creado eventualmente habría desaparecido. En lugar de centrar inadvertidamente la atención en un problema, haciéndolo parecer peor publicando cuánta preocupación y ansiedad te está causando, a menudo es mucho más inteligente jugar al aristócrata desdeñoso, sin dignarse reconocer la existencia del problema.
Ley diaria: cuanto más tratamos de corregir nuestros errores, peor los cometemos.
Las 48 leyes del poder, Ley 36: Desprecie las cosas que no puede tener: ignorarlas es la mejor venganza.
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